Mi Historia Real con el
Hipotiroidismo Subclínico

A veces escuchas “hipotiroidismo subclínico” y parece un término frío, lejano, algo que no tiene nada que ver contigo. Yo también lo pensé… hasta que mi vida empezó a cambiar sin que nadie pudiera explicarme por qué.

La vida antes del cansancio

Trabajaba en oficina, cumplía horarios, era eficiente, activa. Una mujer que respondía mensajes mientras preparaba el desayuno, que llegaba a casa y empezaba la segunda jornada: hijos, tareas, ropa, pendientes, el esposo preguntando cómo estuvo el día. Yo seguía… hasta que un día ya no pude seguir igual.

Cuando el cuerpo empieza a susurrar

Primero llegó ese cansancio profundo, ese que no se quita ni durmiendo. Luego el cabello que se quedaba en la ducha, la piel cada vez más áspera, el frío en los huesos incluso con suéter. Y los kilos… “Dios mío, esos kilos injustos” que aparecían como si el cuerpo ya no respondiera.

¿Y qué nos dicen siempre?

  • “Debes dormir más.”
  • “Es estrés.”
  • “Seguramente no comes bien.”
  • “Debe ser la edad.”

Pero yo sabía, muy dentro de mí, que había algo más. Fui de médico en médico: análisis, diagnósticos a medias, recomendaciones vacías. Me sentía invisible, como si mi malestar no fuera suficiente para que alguien lo tomara en serio.

El día que por fin alguien escuchó

Una doctora revisó mis resultados completos, no solo un número. Vio mi TSH elevada con T4 normal y me explicó lo que nadie había tenido la paciencia de decirme: mi cuerpo llevaba meses esforzándose para mantener todo en equilibrio. Era hipotiroidismo subclínico. No grave. No urgente. Pero tampoco imaginario.

Y lloré. Lloré de alivio. Porque alguien por fin puso nombre a lo que me estaba robando energía y parte de mi vida.

Aprender a entenderme

Empezó una etapa nueva: repetir pruebas, observar mis síntomas, aprender cuándo mi cuerpo pedía ayuda y cuándo pedía paciencia. Me explicaron que si la TSH estaba entre 5 y 10, lo mejor era vigilar; que no siempre se necesita medicación; que a veces el cuerpo vuelve a su equilibrio.

Pero si mis síntomas eran fuertes o los niveles subían más, la levotiroxina podía ayudar. No era un castigo. Era un apoyo.

El mayor aprendizaje

Con el tiempo entendí algo más grande: Mi salud no era un número en un laboratorio. Era una historia. Mi historia. Y debía tratarse con respeto, calma y decisiones pensadas.

Hoy, a mis 45 años, me escucho, me cuido, y comparto mi experiencia porque sé que muchas mujeres cargan síntomas que normalizan: el cansancio, el frío, el peso, la piel seca, esa tristeza silenciosa que no saben de dónde viene.

Quiero que recuerdes algo

No estás exagerando.
No estás sola.
Tu cuerpo no te está fallando.
Te está hablando.

Un acompañamiento pensado para ti

Preparé un plan de 7 días diseñado para ayudarte a reconectar contigo, entender tu tiroides y recuperar fuerza paso a paso. No es presión, no es miedo. Es acompañamiento.

Si quieres avanzar, aquí estoy. De verdad. Ninguna mujer debería atravesar esto sin apoyo.